NOTICIARIO MALVINAS








martes, 06 de noviembre de 2007

 Unos 250 ex combatientes británicos de la guerra de las Malvinas, entre ellos setenta que quedaron con problemas psicológicos, viajan hoy a las islas del Atlántico Sur para recordar el vigésimo quinto aniversario del conflicto.






El evento ha sido organizado por la Asociación de Medalla del Atlántico Sur y "Combat Stress", la entidad de beneficencia que ayuda a ex combatientes a superar el trauma de la guerra.
Los antiguos militares estarán esta semana en las islas para recorrer algunos de los campos de batalla de 1982, cuando el Reino Unido y Argentina se enfrentaron por la posesión de las islas Malvinas, cuya soberanía reclama el país suramericano desde 1833.

El próximo domingo, 11 de noviembre, los visitantes acudirán a la catedral de Christchurch para celebrar el Día del Armisticio, el fin de la I Guerra Mundial y con que se recuerda a todos los caídos en conflictos bélicos.

Según informaron hoy las citadas organizaciones, los visitantes serán alojados en las casas de los habitantes de las islas.

El evento es ampliamente esperado en Malvinas, donde hay cerca de 3.000 habitantes, ya que algunos isleños han decidido no acudir a sus trabajos para ayudar a los ex militares a recorrer algunos de los lugares más importantes de las islas.

Los 250 ex combatientes parten hoy en un vuelo chárter desde el aeropuerto londinense de Gatwick y regresarán a Londres el 13 de noviembre, agregaron las organizaciones.

También viajarán diez expertos de "Combat Stress" para prestar asistencia a quienes quedaron con problemas psicológicos.

"Algunos de estos hombres afrontaron terribles experiencias y vieron cosas horribles", dijo el coronel retirado Mike Bowles, portavoz de las entidades que han organizado el evento.

Subrayó que el viaje también tiene el objetivo de ver cómo los isleños viven actualmente tras la guerra.

En el conflicto de 1982, que terminó con la rendición argentina, 255 británicos y más de 600 argentinos perdieron la vida.


 
INSOLITA CUMBRE EN LAS MALVINAS


Ex combatientes argentinos se reunieron con la hija de la "Dama de Hierro". Cine y asado.

Sábado 11 de noviembre. A las siete de la mañana, cuatro ex combatientes argentinos de la guerra por las Islas Malvinas abordan un avión de Lan Chile, en el aeropuerto de Santiago. Se embarcan en la aventura de volver a las tierras que dejaron en 1982. Una semana antes, en la embajada británica les habían informado un detalle: iban a viajar en el mismo vuelo que Carol Thatcher, la hija de la "Dama de Hierro". Les confiaron que la mujer tenía el propósito de realizar un documental sobre el conflicto bélico que dirigió su mamá y "sugirieron" evitar roces.
Gabriel Sagastume, Oscar Ibarguren, Luis Poncetta y Raúl Pavoni pierden de vista a los ingleses. Los ex soldados de la generación del 62’ todavía no imaginan el insólito encuentro.
Ibarguren, Poncetta y Sagastume pertenecieron al Regimiento 7. Combatieron en la región de Wireless Ridge, muy cerca de Monte Longdon, mientras que Pavoni estuvo en la zona de Puerto Argentino. Hoy, los cuatro integran el Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas (CECIM) platense.
En una semana, cumplieron las metas pautadas. Ibarguren y Sagastume localizaron el pozo (trinchera) en el que pasaron interminables y cruentos días. Salió todo al pie de la letra: llegaron al punto indicado, se sentaron, tomaron un vino y fumaron cigarros. "Queríamos vivir ahí algo agradable. Hubiera sido un fracaso para nosotros no encontrarlo, pero lo hicimos. Brindamos por la alegría de estar vivos y poder volver a ese lugar donde vimos la muerte", describe Sagastume, quien hoy se desempeña como fiscal.
Los cuatro veteranos también hallaron "el cañón del Tano", que había estado a cargo de un soldado de nombre Marcelo. Era una pieza de artillería emblemática para ellos: el joven combatiente peleaba más con el arma que con los ingleses. "Nos costó mucho encontrarlo, otros compañeros que volvieron no lo habían ubicado", cuenta Sagastume.


A los argentinos, justo les tocó la celebración británica del "Remembrance Day", en la que se homenajea a los caídos de todas las guerras. "Es un poco irritante", le dijo un kelper a Sagastume, quien llevaba un gorro de lana con los colores celeste y blanco, y, en letras grandes, la leyenda Maradona. El fiscal intentó -sin éxito- explicarle que no era un acto de patriotismo, sino puro folklore futbolero. El anfitrión no lo entendió y chau gorra.
De repente, ex combatientes ingleses de Malvinas se acercaron a los criollos. Primero hubo un saludo formal, y luego abrazos, según cuentan sus protagonistas. Entonces, aparecieron las cámaras de Thatcher que registraron el momento. Una de las productoras, Lesley Katon, habló con la delegación argentina y los invitó a cenar.
La reunión fue el viernes 17, pero Carol faltó -sin explicación alguna- al convite. Entre empanadas, puchero y vino chileno, los periodistas les confiaron las supuestas intenciones del film: contar la vida cotidiana de la mujer cuyo trabajo consistía en dirigir una guerra en el sur del planeta. Dejaron entrever que tendría un contenido crítico y que Thatcher estaba especialmente interesada en entrevistar a familiares de los soldados muertos en el hundimiento del crucero General Belgrano.
"Ella no piensa exactamente igual que su madre en todo", aclara Ibarguren. Incluso, en la mesa se recordó el episodio que llenó de odio a Margaret. En el ‘90, la joven Carol se quejó del sistema impositivo orquestado por su madre y remató su crítica con un feroz y poco delicado "Mum won’t give a shit" ("A mamá no le importa una mierda").
Cumbre de vuelo. El encuentro entre los ex combatientes argentinos y Thatcher se dio el último día, en el viaje de regreso. Hablaron sobre su estadía en Malvinas, y la invitaron a un asado en el centro de veteranos de La Plata. Ella se comprometió, anotó mails y teléfonos y garantizó su presencia.
Carol les pidió que "en cinco minutos" (con puntualidad inglesa) sintetizaran su impresión sobre una guerra que duró poco más de dos meses, provocó la muerte en combate de 326 de sus compañeros, de 323 en el Belgrano y unos 350 suicidios después del enfrentamiento, según datos de asociaciones de ex combatientes. "Le dije que era imposible. Ella me agarró y me besó la mano, como pidiéndome disculpas. Es una mujer medio aparatosa", describe Sagastume.



Sagastume: A algunos puede molestarles, pero sería contradictorio con nuestro discurso de paz, justo nosotros que vivimos y sabemos lo que es la guerra. ¿Qué vamos a hacer? ¿Negarle el saludo a los veteranos de guerra ingleses o tirarle piedras a la hija de Thatcher? Sería incoherente.
La charla continuó, de a ratos, en el avión, con un par de fotos que reflejaron en encuentro. Thatcher desembarcó en Chile, y ahora está otra vez en las islas con su equipo de producción.
Según la prensa británica, aconsejaron a la dama que reforzara su seguridad por temor a posibles escraches en Buenos Aires. Es que históricamente los veteranos de Malvinas consideran que su madre es una "criminal de guerra" e insisten en denunciarla. Al clima espeso se suma una relación tirante entre Buenos Aires y Londres, luego de que el Gobierno reafirmara su postura en reclamo de la soberanía nacional sobre el archipiélago.
Está previsto que el 17 de este mes Carol Thatcher arribe a la Argentina. Los cuatro ex soldados creen que cumplirá su promesa. Esa que reiteró, en primitivo español, al bajar del avión: "La Plata. Asado. Vino".

 La feroz batalla de Monte Longdon


La batalla del Monte Longdon fue la más feroz de la guerra de las Malvinas. Dejó 29 bajas, 50 heridos y 121 prisioneros del lado argentino; y 23 muertes más 47 heridos del lado británico. A las ocho de la noche del 11 de junio, los ingleses infiltraron hombres del Regimiento de Paracaidistas cerca de las posiciones del Regimiento 7 de La Plata. A las 12 de la noche empezaron los ataques con fuerzas de artillería. A las 6 de la mañana, los argentinos recibieron la orden de replegarse hacia Wireless Ridge. Monte Longdon fue escenario de crímenes de guerra. El libro Green Eyed Boys, de Adrian Weale y Christian Jennings, denuncia que tres soldados heridos fueron rematados durante el combate. El cabo José Carrizo contó que aquella madrugada sintió que le pusieron la boca de un fusil en la espalda. Levantó los brazos en señal de rendición y un inglés le hizo un gesto con la mano como de que le iban a cortar el cuello. Luego de una corta ráfaga de ametralladora que le arrancó parte de la masa encefálica y un ojo, lo dieron por muerto y lo abandonaron. 

 Monumento a los caídos en Malvinas

El Monumento a los caídos en Malvinas es un cenotafio localizado en la Plaza General San Martín, enBuenos Aires, erigido en honor a los caídos en la Guerra de las Malvinas.
Situado en el sector de la plaza que da hacia la Avenida del Libertador, está formado por 25 placas demármol negro con los nombres de los 649 combatientes caídos en la guerra acontecida en 1982. Todas las mañanas, a las 8 en punto, puede observarse el izamiento de la bandera argentina.
Los relevos de la guardia se realizan a lo largo del día y cada dos horas, hasta las 18, en que es arriada la Bandera. La Guardia está compuesta por miembros del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, ataviados con sus respectivos uniformes históricos.
Una llama eterna forma parte también del monumento, estando la misma situada por encima del mapa que representa la geografía de las Islas Malvinas.
 Veteranos ingleses de Malvinas también se suicidan.


Por Enrique Oliva



Según un estudio publicado por la revista Canadian Medical Association Journal, del 28 de mayo del 2002 (no disponemos de estadísticas más recientes) de la que se hizo eco el mensuario "El Soldado", de nuestro ejército argentino, se afirma:
"En Malvinas, los británicos tuvieron 256 muertos y desde entonces se han suicidado 264 ex combatientes". El artículo, se titula "Guerre des Malouines: le stress post-traumatique". (Malouines es el nombre que le dan los franceses a Malvinas, proveniente de los marinos galos del puerto de Saint Maló que tocaron las islas en el viaje alrededor del mundo del navegante  Louis Antoine  de Bougainville a mediados del Siglo XVIII).       
Otros 250 veteranos ingleses de Malvinas, han reclamado vía judicial al Ministerio de Defensa "por no haber dado tratamiento adecuado a su estrés postraumático, a quienes se unen 1.600 que lucharon en Bosnia e Irlanda... Y no se quejan de vicio".
La citada nota dice también: "la tasa de suicidios es asimismo muy alta entre los veteranos de la Guerra del Golfo" de 1991. Y da una explicación atendible: "Una vez que dejan el ejército muchos veteranos tienen dificultades para encontrar siquiatras adecuados, porque los profesionales civiles difícilmente entienden las condiciones del combate".
De una acción judicial planteada por un ex combatiente, la autora cita al mayor general (GD) Robin Short, atestiguando que el demandante "no recibió apoyo de sus superiores cuando trató que se interesaran en el estrés pos-traumático en 1991, y piensa que los soldados británicos que están en Afganistán van a tener una experiencia similar". Y poco después vino la invasión de Irak, donde los ataques de la resistencia ya producen más muertos que la guerra.
Pero volvamos a la nota ya citada. Allí, la autora comenta:  "Uno piensa que, o bien nos han faltado datos de otros países y otras campañas, o este fenómeno es nuevo, al menos en esta proporción monstruosa de más de un suicida por cada muerto en combate. Con semejante ratio, después  de la Segunda Guerra Mundial hubieran debido producirse  auténticas hecatombes de varones jóvenes, lo que no fue el caso". Y concluye: "Un buen tema para nuestros investigadores, antes de que nos pase lo mismo". 


Malvinas: la boda que abrió un debate legal

Malvinas: la boda que abrió un debate legal
Durante la guerra, Carlos corría ocho kilómetros todos los días por el barro pastoso para llegar hasta las trincheras. Llevaba comida y volvía con heridos. Lloraba con la camilla en la mano, asustado por el estruendo de las bombas y el alarido de los conscriptos. Muchas veces tuvo que elegir a quién salvar.
Cada noche de los siguientes 27 años, Carlos durmió perseguido por los recuerdos. Hasta hace nueve, cuando una tarde creyó encontrar la forma de hundir las pesadillas. Se lo confesó a su mujer: "Claudia, quiero que nos casemos en Malvinas". Sentía que así podía cambiar "una memoria de muerte por otra de amor".
Hace 15 días, Carlos Azuaga y Claudia Fuertes cumplieron el sueño. Se casaron en la oficina gubernamental de Town Hall, en Puerto Argentino, después de siete meses de trámites. De vuelta en casa, hoy tienen un certificado de matrimonio, pero escrito en inglés y firmado por las autoridades de unas islas que la Argentina considera usurpadas. El más curioso desafío al debate por la soberanía de las islas.
"Yo fui a cerrar mi historia y mi dolor. Nunca pensé que podía tener consecuencias políticas", confesó ante La Nacion Azuaga, el personaje de la historia que ayer reveló la agencia AFP. En el Gobierno sienten la contradicción de la disyuntiva. "La Argentina no puede reconocer la autoridad que los casó porque mantiene una disputa por la soberanía", aseguró una fuente oficial. Pero admitió que "se utilizaron todos los mecanismos legales previstos".
Cuando terminó la guerra, Carlos prometió que algún día iba a volver a las Malvinas. Durante años pensó cómo y cuándo. Intentó acercarse al sueño buscando isleños por Internet. Conoció entonces a Tony Blake, uno de los más influyentes empresarios locales. Se hicieron amigos. Juntos planearon el viaje. Fue su esposa, Mariela, la que habló de "casamiento". A Carlos lo contagió la idea.
 El combatiente asesinado por un paracaidista inglés
Foto clave. Veteranos de La Plata reconocieron al soldado asesinado por el paracaidista inglés en la foto publicada en Londres.

En el Centro de Ex Combatientes de La Plata (CECIM), veintiocho años después de Malvinas, acaban de cerrar el círculo del único crimen de guerra reconocido por Gran Bretaña. Tienen la certeza, después de una trabajosa y larga investigación, de que ese chico morocho y flaquito, que corona una pila de cadáveres en una foto aparecida en Londres en 1990, era uno de los 36 soldados del Regimiento 7 de La Plata que combatieron en Malvinas y nunca regresaron.



Ese soldado fue fusilado con un tiro en la cabeza cuando ya había terminado la batalla de Monte Longdon; un asesinato que vio la luz en 1992, ejecutado sin piedad y a sangre fría por el paracaidista Gary Sturge. Ese crimen nunca tuvo condena. Pero la certeza tendrá consecuencias: se transformará pronto en una denuncia ante los tribunales de Río Grande. Y todo indica que terminará en un tribunal internacional.



Javier García, colaborador del centro que agrupa a 450 soldados ex conscriptos en la capital bonaerense, tiene 40 años y no fue a la guerra del Atlántico Sur. Pero se tomó un trabajo que nadie, en tanto tiempo, se había tomado. Le llevó 12 meses. Y no le resultó fácil. “Preguntar por un chico muerto es bastante incómodo”, dice. El primer paso fue recuperar la imagen revelada en los 90 en el Reino Unido: una montaña de cuerpos. Arriba, la de un soldado al que se le llega a ver el rostro (detrás de ellos, tres ingleses retratándose con su trofeo posterior a la batalla). El segundo paso fue comparar esa foto con el cuadro que cuelga en la sala principal del CECIM. Ahí están los 36 chicos del Regimiento 7 de La Plata que no volvieron de la guerra. García, remisero de profesión, archivista temático de Malvinas, empujado por una fuerza que no sabe de dónde le vino, juntó testimonios, papeles, fotos, encontró a testigos y cruzó datos, y un día se dio cuenta de que había tachado todos los retratos de los soldados, menos uno.

Mario Volpe, miembro de la comisión del centro, suma más argumentos: hay un testimonio de un cabo argentino –al que en su momento nadie le prestó la atención que merecía– y un trabajo de laboratorio de un organismo oficial que corroboran que la imagen del soldado rematado a sangre fría es, con una exactitud mayor al 90%, el mismo que quedó liberado de la tachadura durante la pesquisa de Javier García. Ésos son los datos más potentes de la denuncia que llegará, en primera instancia, a la justicia argentina en menos de 60 días. Aunque, por diversas razones, todavía no es posible divulgar el nombre de la víctima.