HISTORIAS DEL PUCARÁ IA-58

1) ATAQUE AL CONTINENTE.


Comodoro Rivadavia:
"Nadie entra en la Cruz"
(Cuento... ?)


En 1982, Comodoro Rivadavia estaba en guerra. La Ciudad fue una de las bases desde donde operaban, tanto aviones como helicópteros. Junto a Río Gallegos y Río grande, era un blanco posible para un ataque inglés. Se solían hacer entrenamientos durante las noches: Los oscurecimientos. Sonaba una alarma y todos debían apagar las luces de las casas. Solamente se dejaban las esenciales y se ponían frazadas en las ventanas. En uno o dos minutos, la ciudad completa quedaba a oscuras. ¿Para que todo esto? Si venía un grupo de aviones con la intención de bombardear la ciudad, éstos necesitaban contacto visual. En la actualidad esto es distinto, basta con ingresar las coordenadas de la ciudad, pero en ese entonces tenían que ver el objetivo. Varias veces ayudé a mi mamá a tapar las ventanas y nos quedamos calladitos, esperando a que sonara otra vez la sirena y nos avisara que estaba todo bien. 
Una mañana, un poco antes de que saliera el sol, sonó la alarma. Se dieron cuenta de que un grupo de aviones ingleses estaba sobre el mar, muy cerca de la ciudad. En ese momento ningún A4 estaba en situación de salir en la base. Solamente había dos Pucará en condiciones prestas. Así que salieron. 
Los aviones ingleses eran un bombardero y dos Sea Harrier que lo escoltaban. Venían volando muy bajo, por lo que no fueron detectados hasta cuando ya estaban a pocos kilómetros. Que es también la estrategia que usaban los aviones argentinos para hacer esos ataques fulminantes a los barcos ingleses. Cuando los Pucará asomaron en un costado del Cerro Chenque y se dirigieron al horizonte, los aviones británicos los vieron y se elevaron hasta una altura óptima, que usarían para hacer el bombardeo. En la primera pasada, un avión argentino y un Harrier fueron derribados. Tiempo después, cuando fueron inspeccionados en el fondo del mar, se los encontró con una gran cantidad de orificios de balas en la zona de las carlingas. Se habían derribado mutuamente. El Pucará y el Harrier restantes comenzaron su duelo. El bombardero, más lento, enfiló hacia el centro de la ciudad, seguramente por tener allí un blanco mucho más fácil que la base aérea, escondida entre cerros. 
El piloto argentino, Lacombe, nacido en Entre Ríos, estaba entrelazado en una lucha desigual en un aparato varias décadas más antiguo que su par inglés. Sin embargo, fueron ambas naves las que comenzaron a mostrar un rosario de orificios en sus laterales. El Harrier lanzó sus cohetes pero ninguno logró hacer impacto sobre Lacombe. Todos ellos murieron en el océano. Los aviones dibujaban espirales intentando salir del blanco del otro. Por momentos se enfrentaban, por momentos se perdían de vista. Los ruidos de los motores y disparos retumbaban sobre las olas. 
Fueron solamente unos minutos, pero duró toda una vida y no solamente para el entrerriano, en la ciudad ya despierta, miles de ojos escarbaban el horizonte. La luz del sol sobre el mar se mezclaba con la del combate. Ambas naves se hirieron gravemente pero no podían derribarse. En uno de los virajes, el argentino vio al otro avión, el bombardero, ya muy cerca de la playa y lo que es lo mismo, de la ciudad. Se dio cuenta de que no tenía opción. Dirigió al Pucará hacia el bombardero y aceleró al máximo los motores. En unos segundos estuvo a tiro, vació todas las balas que le quedaban sobre el fuselaje del bombardero. Por supuesto que el Harrier aprovechó la oportunidad para abrir fuego sobre él. Y fue muy preciso. En el momento en que las balas cruzaban por la nave argentina, el bombardero inglés empezó a perder altitud hasta hundirse en el mar en medio de una nube de agua. El Pucará intentó elevarse para, tal vez, planear hasta la base aérea, pero las balas seguían atravesándolo. En ese momento, dos A4 argentinos aparecieron por un lado del Cerro y se dirigieron directamente hacia el inglés, que intentó doblar en U, pero fue demasiado tarde, los primeros impactos lo hicieron caer al mar, a sólo unos metros del muelle. 
Lacombe, ya sin combustible y con el fuselaje destruido, alcanzó a esquivar a los edificios pero no pudo hacer lo mismo con el Cerro, aún con la baja velocidad que traía. Una columna de tierra marrón y opaca avisó a la Ciudad que el único combate en el continente había terminado. 



Muchas personas que permanecían atentas a lo que sucedía comenzaron a trepar el Cerro. Diez, veinte, un centenar. El grupo de hombres y mujeres sacaron el cuerpo de Lacombe. Todo estaba lleno de agujeros de balas, las alas, el motor perforado y ausencia total de vidrio en la carlinga. Se dieron cuenta de que sus piernas habían sido seccionadas por los disparos. La gran cantidad de gente impidió acercarse a las ambulancias, y los helicópteros tampoco tenían lugar donde aterrizar. Improvisaron una camilla atando varias camperas y cargaron el cuerpo maltrecho del piloto hacia el centro de la ciudad. 
Cuando la columna de gente llegó al Hospital Regional, la noticia ya era conocida por todos. Carlos Omar estaba transmitiendo desde muy temprano en la radio ese día y de alguna forma, parecía observar todo lo que sucedía. Dejaron el cuerpo en la entrada principal mientras los soldados heridos que ya estaban allí y los enfermeros, lo llevaron hacia el interior del edificio. La gente de la ciudad, fue detrás. No se vio ningún uniforme esa mañana. El piloto quedó en el Hospital hasta unos días después, que fue enviado a su Entre Ríos natal, donde aún hoy sigue descansando. 
En la ladera del Cerro, que es visible desde toda la ciudad, quedaron los restos del Pucará, con sus alas rotas, en un dibujo que asemejaba una cruz. 
Después nos enteramos que ese ataque era para un convoy argentino, pero por alguna razón se desviaron hacia la ciudad. Probablemente era la segunda opción ya que los aviones no pueden aterrizar en los portaviones con las bombas cargadas en las alas. 
Hasta el fin de la guerra, el lugar no fue tocado. Entonces, el Ejército quiso retirar al avión de ahí, pero un grupo de vecinos se lo impidió. A la semana siguiente, los militares volvieron. Esta vez, el avión estaba rodeado por piedras blancas, que reforzaban la forma de la cruz. Los vecinos hablaron con los militares y les dijeron, “Lo lamentamos mucho, pero el avión se queda acá, nadie entra en la cruz”. Luego de terminar la guerra, el mando militar estaba muy debilitado y no querían entrar en conflicto con la ciudad por una nave derribada, por lo que se retiraron inmediatamente. Al día siguiente, los diarios de Comodoro pusieron en primera plana: “La ciudad habló: Nadie entra en la Cruz”. 
Y el avión se quedó ahí. 
Con los años, se construyó un parque a su alrededor. Dos escaleras unen el centro de la ciudad con el Parque de la Cruz. Una placa transparente de dos metros de alto tiene inscripta la historia de Lacombe. Cuando uno se para enfrente para leerlo, puede ver la ciudad al mismo tiempo, la Ciudad por la que él se sacrificó. El lugar esta con gente a casi toda hora. Por las noches, se juntan grupitos de chicos y chicas a charlar o tomar. Lacombe se inclinaba mucho por el Fernet, por lo que se pueden ver muchas botellas al lado del avión, todas destapadas. Una especie de Difunta Correa alcohólica. Alguien, en algún momento, le dibujó en un costado de la carlinga, la silueta del bombardero y la fecha en que lo derribó. 
Es curioso que, aunque no suele haber presencia policial en el lugar, no es sabido de ningún hecho criminal. La expresión “Nadie entra en la Cruz” se ha difundido no sólo en Comodoro, sino que en todo el sur argentino, cuando uno se refiere a un tema que es sagrado e intocable. Es el único lugar de la Ciudad donde la incivilidad y salvajismo normal de cada día se aplaca momentáneamente, para dar terreno a un espacio muy cercano a lo que podríamos entender como armonía y serenidad.





Mi actuación en Malvinas



El Comodoro Rubén Sassone, Piloto de aviones Pucará en la guerra de Malvinas, nos comenta sus vivencias en el conflicto. Las misiones aéreas y sus acciones en la base CÓNDOR, asiento de su escuadrón.


El día 2 de abril de 1982, al igual que la inmensa mayoría de los argentinos, me enteré que habíamos recuperado nuestras islas. A partir de allí, la actividad en mi Unidad de destino, la III Brigada Aérea en Reconquista – Santa Fe, se volvió febril y entusiasta, había que despegar con nuestros Pucará hacia el sur. La base prevista para que desde allí cruzáramos a las Islas fue el aeropuerto de la ciudad de Puerto Santa Cruz, el cual se transformó rápidamente en la Base Aérea Militar Santa Cruz, donde se comenzaron a pintar y camuflar los Pucará y acondicionarlos para la dura tarea que se preveía llegaría pronto…
Si bien para esos días ya tenía una aceptable cantidad de horas de vuelo en el avión, comenzamos a intensificar las prácticas de procedimientos de ataque con bombas, cohetes y cañones sobre un improvisado campo de tiro en la costa y no muy alejado de la Base. Algunos Pucará ya habían cruzado a Malvinas, y los que estábamos en el continente no veíamos la hora de partir para allí. Todos los días mi Jefe de Base tenía que escuchar mis ruegos de que me dejara partir, lo cual era sistemáticamente rechazado con el argumento de que era uno de los pilotos más jóvenes del grupo (24 años), y que no me preocupara. Finalmente, la insistencia pudo más y casi echándome, mi jefe me dijo que no me soportaba más y que fuera!
El día 29 de abril de 1982, crucé a Malvinas. A pesar que ya había muchos pilotos y aviones, era "mi" cruce. Lo hice en un avión F-28 repleto de motos destinadas para los Comandos del Ejército. Entre la alegría y la emoción, también tenía mis temores. Al fin, llegamos a Puerto Argentino. Luego el 30 de abril, nos trasladamos a la Base Aérea Militar CÓNDOR en el caserío de Darwin, donde fui recibido calurosamente por todos los pilotos y mecánicos del Escuadrón Pucará.
Las condiciones de confortabilidad en nuestros alojamientos eran realmente deplorables. Dado el frío constante y con la posibilidad de ser sorprendidos por ataques nocturnos, dormíamos vestidos enfundados en nuestros buzos de vuelo, dentro de una bolsa de dormir y directamente sobre el suelo. Algunos "privilegiados" habían encontrado unas viejas camas y dormían sobre el elástico (camas si, colchones no), previo poner algunos trapos que la hicieran algo confortable. Eso y la variedad de la comida diaria (siempre cordero), tornaba la vida bastante dura. Aun así, la voluntad y el ejemplo de mis superiores hizo que nadie se quejara y se cumpliera con la misión para la que habíamos ido.
El 1 de mayo comenzó la guerra y tuvimos nuestro primer dolor , ya que debido al mal estado de la pista, cuando varios Pucará trataban de despegar, aparecieron 3 aviones ingleses (Sea Harrier) arrojando bombas "Beluga", matando a 8 Suboficiales y al Teniente Daniel Jukic, oficial que se destacó por su valentía y habilidad en el vuelo. Nuestra moral quedó muy caída, pero el día 4 de mayo durante otro ataque inglés, vimos caer derribado por la artillería antiaérea propia a un jet enemigo, mientras otro escapaba. Nosotros volvimos a tener la moral alta, mientras pensábamos " por Daniel !!!"

A partir de ese día comenzamos a realizar constantes misiones de reconocimiento sobre las islas con nuestro mejor armamento: cohetes, cañones y ametralladoras. Las condiciones meteorológicas eran marginales casi todos los días; cuando llovía la pista se ponía tan pesada que los 450 metros de que disponíamos para el despegue, no alcanzaban. En una operación normal despegábamos con 200/205 Km/h, mientras que allí lo hacíamos a con 185 y con varias coheteras suspendidas; cuándo terminaba la pista, despegábamos y... que sea lo que Dios quiera !!! Sumado a eso, casi siempre que despegábamos, lo hacíamos en "alerta roja", dada la amenaza permanente de los Harrier.
En mi primera misión salí junto a mi jefe de sección. Mientras nos estábamos sentando en nuestras cabinas, sonó la alarma roja, pero los "Harrier" no aparecieron. Continuamos con los procedimientos habituales de atarnos a nuestros asientos eyectables, pusimos en marcha y salimos. No había casi viento sobre la pista y a los lejos se veía como una capa de nubes bajas que se aproximaba a la Base.
A los pocos minutos y siempre volando muy bajo, llegamos a las aguas del Estrecho de San Carlos, cuando de pronto vi a la izquierda y un poco adelante, semioculto entre la bruma y la lluvia, un inmenso barco. Estábamos muy cerca, no sabíamos si era nuestro o enemigo; le avisé al numero 1 y éste me ordenó que no lo atacáramos para evitar cometer un error. Selectado un canal radial propio, nos enteramos que se trataba del "Río Carcarañá". Casi no se veía nada hacia adelante; la lluvia, el salpicar de las olas y la neblina, sumados a la velocidad, convertían todo en un machón borroso. Lo llamé por radio a mi Jefe y me dijo que venía cerca de mí. Nuestra misión no se podía cumplir en esas condiciones meteorológicas. Decidimos volver a nuestra base de Darwin.
El avión número 1 visualizó la pista y logró aterrizar, pero yo fallé en el intento y tuve que volver a alejarme para volver a intentarlo y así conseguir aterrizar. Desde la improvisada torre de vuelo, me ordenaron que apurara mi maniobra, ya que en pocos minutos la pista quedaría cubierta por las nubes. Puse mi noble Pucará lo más cerca posible del suelo y guiado por otro piloto desde tierra y con su radio, como si fuese un radar, me fue llevando para enfrentar la pista casi sin verla; el limpiaparabrisas de mi avión ya no era suficiente. Mientras no veía absolutamente nada hacia delante, el piloto guía desde tierra me ordenó que redujera totalmente la potencia de los motores; descendí un poco más y… allí estaba la pista. Toqué no muy suavemente pero con la felicidad de haberlo logrado. Al bajar del avión, corrí hacia quien me guió, que si bien tenía una jerarquía mayor a la mía, lo abracé fuertemente y le agradecí su sangre fría. A los pocos días volví a salir. En el apuro no me puse el chaleco salvavidas y el vuelo fue de más de 2 horas sobre el mar, con el consiguiente peligro si caía en esas aguas heladas.

El día 21 de mayo, ya en pleno combate en las cercanías del Puerto San Carlos, dos aviones Pucará fueron derribados por los Harrier ingleses. No sabíamos que había ocurrido con la vida de los pilotos hasta que por la noche nos avisan que estaban bien. Alcanzaron las líneas propias luego de haber caminado más de 12 horas, cruzando las líneas del enemigo. Nuestro Escuadrón volvió a vivir!
Viendo que los ingleses se acercaban a Darwin, y que nos habían destruido varios aviones propios, nos dedicamos a "fabricar" más defensas. Con los Suboficiales mecánicos, colocamos una lanzadora de cohetes de los Pucará sobre un tractor que la accionábamos con su propia batería… lo llamamos "el tractor misilístico". A otra la pusimos sobre el techo de una casa, siempre usando las piezas de los aviones destruidos. Desmontamos también las ametralladoras calibre 7,62 mm y fabricamos soportes con lo que conseguíamos. La mía estaba montada sobre una vieja campana de iglesia. También con algunos tubos y maderas se hicieron piezas móviles, las cuales disparábamos usando viejas pilas de 1,5 volts. Todo este armamento fue distribuido estratégicamente, a la espera del avance inglés.
Efectivamente, el día 28 de mayo, cuando sobrevino el ataque final a nuestra base de Darwin, todas estas improvisadas armas fueron usadas. Con las coheteras móviles y la del tractor se dispararon más de 200 cohetes hasta que se nos acabaron. Allí lucharon muchos héroes anónimos, los Suboficiales de la Fuerza Aérea. El efecto de nuestras armas debe haber sido efectivo ya que nos mandaron 3 Harrier para silenciarnos, pero sus bombas fueron mal arrojadas y no nos tocaron.
Con un compañero de promoción, tres Suboficiales y algunos soldados, habíamos formado un grupo de tiradores bastante efectivo. Cuando las tropas inglesas estaban a distancia de tiro de algunos fusiles FAL que nos habíamos "agenciado", y como teníamos una buena cantidad de munición trazante, al ver que un soldado inglés salía de su posición, yo le efectuaba dos disparos y el resto de mis camaradas disparaba hacia allí. Debe haber dado resultado ya que muchos no volvieron a levantarse más. Mientras todo esto sucedía, los Pucará atacaron con sus bombas y cohetes sobre la infantería inglesa. Uno de ellos encontró dos helicópteros ingleses y los derribó.
Ya al caer la tarde, vimos como otros dos Pucará comenzaban su ataque sobre la tropa inglesa. El primer avión disparó sus cohetes pero al que lo seguía no le salió nada. Pensamos que su sistema de armamento había fallado, pero ante nuestra sorpresa, y soportando una infernal cantidad de disparos que salían de todos lados, realizó un giro completo, volvió a pasar y ahora sí disparó todas sus armas. Poco tiempo después le pude preguntar a este piloto porqué había hecho eso y me contestó que como estaba mal acomodado en su puntería y temía no acertar, dio la vuelta para volver a disparar ! Luego de ese ataque, sobrevoló nuestras cabezas y pudimos ver claramente su puño en alto, saludando y dándonos fuerzas para el desenlace final.

Al día siguiente, 29 de mayo sobrevino el alto el fuego. La batalla de Darwin había finalizado. Estábamos exhaustos, sin municiones ni aviones para utilizar. Aunque la convicción del deber cumplido nos mantenía con la moral alta, la triste realidad de la derrota, y el caer prisionero hizo que aun hoy sienta una gran tristeza cuando veo que otra bandera flamea en nuestras islas…

Serian cerca de las 10 u 11 de la mañana del 28 de mayo, y ya habían pasado los Pucará atacando a las tropas inglesas que avanzaban hacia nuestras posiciones en la pista de Goose Green. Mientras, en tierra y teniendo a la vista a algunos pelotones avanzados de ingleses, a los cuales les tirábamos con todo lo que teníamos (las coheteras sobre un tractor, la artillería antiaérea de 20 mm de la Fuerza Aérea y la de 35 mm de Ejercito, nosotros los pilotos que quedamos en tierra con los fusiles FAL, etc.) De pronto escuchamos a nuestras espaldas ruido a reactores, con lo cual pensé estamos listos, vienen por atrás y no los esperábamos... pero para nuestra sorpresa (y alegría) eran dos Aermacchi 339 de la Armada. Venían muy bajo, tomaron altura justo sobre nuestra cabeza, dispararon sus coheteras y giraron rápidamente hacia la izquierda. El que estaba más hacia la izquierda giró y bajó rápido la nariz. El otro comenzó a hacer lo mismo cuando se observa que desde lejos sale un misil y le impacta bajo la panza de este Macchi que estaba inclinado sobre su izquierda. Al explotar el misil (sin que se viera una gran explosión) el avión se endereza, queda como nivelado y comienza muy suavemente a descender, casi como planeando. Yo le comentaba a otro piloto de Pucará que estaba a mi lado: - "ahí se eyecta, ahí se eyecta..." pero luego de los 10 segundos que habrá durado esta caída, veo que la misma no se produce y el Macchi se estrella contra el suelo, explotando. Me comenzaron a brotar lágrimas, no lo podía creer ! Todos tuvimos como un ataque de impotencia, pero no lo podíamos remediar, así que lo único que hicimos fue seguir tirando con más furia a las tropas que ya estaban muy cerca y tirando ellos también...!!! -. Siempre pensé que alguna esquirla podría haber matado al piloto –el Teniente Miguel- o dañado su sistema de eyección ya que al avión se lo veía entero.

El Vicecomodoro Rubén Sassone egresó como Alférez en el año 1979. Piloto de caza. Durante su carrera voló los IA – 58 "Pucará"; Mirage III; Douglas A4 "Skyhawk"; Morane Soulnier MS 760; Douglas DC 3 y planeadores acumulando más de 3800 horas de vuelo a la fecha. Fue Instructor de Pilotos de Caza, Profesor - Asesor en la Escuela Superior de Guerra Aérea, Jefe de Escuadrón Aéreo y Jefe de Operaciones de la III Brigada Aérea. Actualmente se desempeña como Jefe de Prensa del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA.
. Por su desempeño en Malvinas (acciones en combate) fue condecorado por el Congreso de la Nación, y obtuvo la Distinción de 1era. Clase otorgada por la Fuerza Aérea Argentina.




El Pucará... ¿Que no actuó en Malvimas?

Muchos son los que han dicho y escrito que los Pucarás no tubieron una felíz actuación durante la guerra de Malvinas, yo en particular me voy a tomar el atrevimiento de narrar lo que viví dentro de la carlinga de mi avión y después ustedes analisen si es cierto o no que no tubo una buena actuación durante la contienda.
Primero vamos a aclarar algunas cosas, nuestros aviones IA-58 fueron diseñados durante los años 60 con el fín de prestar apoyo a tropas de tierra en la lucha sobre cualquier tipo de terreno, es una aeronave capaz de despeguar en una pista de no más de 70 mts de largo sobre piso de cemento y de no más de 120 mts sobre piso de tierra. Es conocido que se realizaron pruebas de despegue desde el portaaviones 25 e Mayo con un éxito rotundo. Posee una muy buena sustentación y la ventaja de poder reducir su velocidad a unos 90 km/h.
Su fuerte estructura le permite realizar giros cerrados en ángulos extremos, su velocidad crucero es de 502 km/h pero alcanza 770 km/h en picada. Sus dos motores son de alta robustez y bajo mantenimiento, son de una potencia considerable y le facilita que si uno se plantara el avión seguirá volando con el otro sin ningún inconveniente. La tecnología electrónica del aparato es bastante rudimentaria, solo cuenta con una primitiva mira como la de los aviones de la segunda guerra mundial y un equipo de VHF. El instrumental de vuelo es de tipo estándar. Posee dos cañones de 20 mm, 4 ametralladoras de 7.6 mm y soportes de enganche para armamento variado bajo las alas y el fuselaje. Traslada o transporta 1500 kilos en bombas, puede ser equipado con tres coheteras de 9 cohetes cada una con un sistema de activación de disparo eléctrico.
Es sabido que no se lo traslado a las islas para enfrentar a los Harriers, muy superiores en todo al Pucará, sino para cumplir una misión especifica que fué la de dar apoyo a las tropas y como caza helicópteros, misiones que mientras pudo realizó a la perfección, yo mismo derribe no menos de 6 Helos entre los cuales se cuentan 2 Sea King abatidos sobre el estrecho se San Carlos. 
Ahora les cuento algunas de las salidas que hicimos con mi escuadrilla.
El día 21 de Mayo comenzamos al alba con los despegues aprovechando que había aclarado el tiempo, nuestra misión era la de localizar y neutralizar cualquier objetivo de tierra cercano a la cabecera de desembarco en la zona de la costa en el estrecho de San Carlos, no era una misión fácil ya que sabíamos que los efectivos contaban con sistemas antiaéreos eficaces. Ya próximos a la costa escalamos las bardas y al sobrepasarlas divisamos tres buques maniobrando para salir de la zona, uno de ellos estaba proximo a mi posisión y sin pensarlo viré a la derecha dando a la vez el aviso a mi numeral de vuelo y mi lider de escuadrilla, baje la trompa del avión todo lo que pude y me pegue al agua seguido de mis 2 camaradas.
La nave en cuestión era una fragata de tipo clase 12, sus siglas pintadas en el costado eran F-126, más tarde supe que era el HMS Plymouth. Al haber descendido tanto les fue imposible disparar sus armas contra mi y ya a unos 50 metros de su casco levante el avión a muy baja velocidad y en ese ángulo dispare mi primer andanada de cohetes impactando en la estructura no menos de 4 de ellos, cuando disparé los últimos 2 estaba tan cerca del buque que pase casi sobre su cubierta de popa pudiendo ver a varios marinos sobre ella que se arrojaban cuerpo a tierra, tal vez por temor a que realizara una ráfaga de disparos de ametralladora. Una vez pasado el buque descendí nuevamente a casi 5 metros sobre el agua, mis compañeros también realizaron sus disparos y siguiéndome nos perdimos en la isla Gran Malvina, pero al pasar las bardas nos esperaba una sorpresa poco agradable, un nutrido fuego de armas de todo calibre y misiles personales se concentró en nosotros, en pocos segundos sentí que ni avión se encabritaba y daba una especie de salto violento en el aire, pero se mantuvo entero y lo pude controlar, un Blow Pipe estallo casi sobre el lado derecho de mi proa a escasos metros. Mi lider de escuadrón no tubo la misma suerte, otro misil le atravesó el ala izquierda dejándole en hueco de aproximadamente 1 metro de diámetro de lo cual nos dimos cuenta al llegar a Puerto Argentino y pedir pista, la torre le negó el permiso de aterrizar y le pidió que se eyectara, el pregunto el motivo y le informaron que no tenia el tren de aterrizaje del lado izquierdo, así que no tubo mas opción que dirigirse al mar y eyectarse sobre la costa viendo como su nave se perdía planeando hasta caer al agua, para el había terminado la lucha en el aire, ya no quedaban aeronaves disponibles.
Una vez en tierra en poco tiempo repusimos los cohetes utilizados contra el buque y volvimos a salir. Esta vez eramos solo dos y sin decirnos nada nos dirigimos en busca de nuestra presa ya herida un par horas antes, grande fue la sorpresa de lo que vinos al llegar, un enjambre de Helos estaba sobrevolando el buque y evacuando a los marinos, lo habíamos herido de muerte, su puente no existía y el cañón de proa estaba destruido caído sobre un costado, ese ya no pudo volver a la guerra, quedo inoperante. A la altura de la popa se veía que el casco estaba abierto y faltaba una buena parte de el, era donde habían impactado mis cohetes.
Nos sorprendimos tanto de lo que vimos que con mi compañero rompimos el silencio de radio y el dijo:
¡Che Chelo nos ganaron los A4 mira como lo dejaron!... La Put... nos sacaron el chancho de la parrilla...
y se largo a reír, la verdad es que habíamos sido nosotros tres, el observador desde tierra nos dijo después en la base que el contó no menos de 10 impactos de cohetes sobre el buque y que solo nosotros lo habíamos atacado.
Confirmando la inutilización del barco seguimos vuelo entrando a la isla en busca de un grupo de soldados que se acercaba a la posición del teniente Sassone en la base Cóndor en Darwin, en el camino se nos une otro Pucará y así los tres volamos en apoyo de la tropa. Ya en las cercanías de Darwin divisamos 2 Helos y mis compañeros se echaron sobre ellos rápidamente dándoles caza y derribándoles en pocos segundos, mientras yo volaba describiendo un gran círculo para prevenir un ataque de otra aeronave inglesa. Luego de esto pusimos rumbo al Sud-Oeste y ahí estaban, eran dos Scorpions que apoyaban a una división de lo que suponemos eran comandos británicos, ellos también nos vieron y comenzaron a disparar con fuego de ametralladoras trazante y misiles portátiles pero no consiguieron evitar nuestra pasada arrojándoles cohetes sobre los Scorpions que quedaron fuera de conbate, no conformes dimos la vuelta y les volvimos a pasar descargando las bombas de 250 kilos que transportábamos dejando maltrecha a la tropa ya que los lanzamientos fueron certeros, comenzamos el escape pero nuevamente cayo una lluvia de proyectiles sobre nosotros esta vez fue mas grave ya que mis dos compañeros fueron derribados, ambos consiguieron eyectarse y esa noche regresaron a la base tras cruzar a pie las líneas enemigas durante todo el día.
Al retornar a la base estaba exhausto, agotado del cansancio y con los nervios alterados así que el jefe no me dejo volver a salir hasta la tarde del mismo día, esta vez forme pareja con un teniente de Reconquista, compañero de promoción de Sassone. 
El 28 de Mayo salimos temprano tras el aviso de un helitramsporte de tropas en cercanías de Darwin, con mi compañero tomamos vuelo y pusimos rumbo al Sur. Al llegar divisamos 4 Helos , los recuerdo bien, eran 1 Sea King, 2 Gazelle y un Chinook del cual se suspendía una pieza de artillería que trasladaba, los Gazelle se aprestaron a enfrentarnos ya que sabían muy bien que era inútil tratar de esquivarnos y mi compañero se encargo de los 2 derribando a uno y poniendo en tierra el otro mientras que yo no pude con mi ambición, vi que el Sea King huía y el Chinook trataba de hacerlo pero es muy pesado y lento así que no lo dude y me cobre mi presa del día, al volver a la base me reciben con una gran alegría mas que por haber derribado el helo de transporte fue por que esa pieza de artillería no llegaría al frente donde estaban dando tanto dolor de cabeza a nuestros muchachos.
Por la tarde volvimos a salir rumbo a Darwin. Cuando llegamos lo hicimos entrando en la corrida de tiro por el Norte pasando sobre las cabezas de los defensores y en tan solo unos 300 metros encontramos las tropas inglesas, un misil se dirigió derecho a mi carlinga de frente así que me elevé para poder esquivarlo y viré a la derecha lo que me descolocó de la posición óptima de tiro, ahí me entro la duda de si podía dispara o no, mientras sentía como me impactaban con armas ligeras en el fuselaje, cuando ya había recorrido unos 500 metros vire nuevamente y volví sobre mis pasos, esta vez la sorpresa no existía así que era solo sentir impactos a granel sobre el avión pero de todas maneras pensé que ya estaba jugado así que seguí adelante y barrí con las bombas y los cohetes todo lo que encontré a mi paso, después de terminada la guerra pude hablar con Sassone y comentamos el echo, el recordaba que cuando terminé mi munición volví nuevamente por sobre su trinchera y levante el puño derecho en símbolo de victoria y saludo a mis camaradas en tierra, yo realmente no lo recuerdo ya que lo crean a no, en ese momento comencé a darme cuenta que volvía de milagro lo que comprobé al aterrizar y controlar el avión, tenía no menos de 200 impactos en el fuselaje y me faltaba una sección del mismo del lateral izquierdo cerca de la cola, según mi mecánico fue un misil que estallo cerca, yo sinceramente estaba tan ocupado entre lanzar las armas y escapar que no me di cuenta de ello. Con el pobre Carlos trabajamos toda la noche reparando el oyo en mi avión para poder salir a la mañana nuevamente a combate, solo quedaban tres Pucarás en servicio, los demás habían sido derribados por fuego de misiles o, en su gran mayoría, destruidos en tierra por los comandos ingleses y los Harriers.
Estas son algunas de las cosas que hicimos con los Puca en Malvinas, se que so viejos, desactualizados y pobres de tecnología pero es innegable que participaron y pusieron mucho empeño onsiguiendo pequeñas grandes victorias en las islas.
No fue lo único que hicieron y en otra nota les voy a contar algo mas, por hoy es suficiene.

ACUANOR
Tn (RE) FFAA