LA MARINA EN LAS MALVINAS

Videos de los submarinos argentinos y su actuación durante la guerra de Malvinas.









El ARA San Luis
Un Submarino pequeño de origen Alemán, de unos 54 metros de eslora, 6,40 metros de manga y con 8 tubos lanza torpedos y otros 8 de repuesta. Al mando del Capitán de Fragata Don Fernando María Azcueta. Se mantuvo debajo de la flota inglesa hasta fines de mayo y les izo frente en tres ocasiones .


El ARA San Luis no tuvo éxito confirmado en sus misiones , en cuanto a los ingleses, estos nunca confirmaron que uno de sus submarino de la Clase Oberon, que regreso con la proa semidestruida, fue averiado por el San Luis. Tampoco ellos pudieron hacerle mella alguna al San Luis, que regreso a salvo con su tripulación intacta.

El Capitán Azcueta atribuye este echo a un conjunto de factores entre los que, sin duda, debe contarse al aspecto técnico y a su excelencia (maniobrabilidad, rapidez, alto grado de silencio) pero, fundamentalmente al nivel humano y profesional de preparación , adaptación y respuesta con una gran cohesión , disciplina y espíritu de cuerpo.
El primer ataque se produjo en los primeros días de mayo, contra un buque, del cual se desconoce el nombre pero se cree que era de combate, Azcueta dispuso el lanzamiento del torpedo, el cual cuenta con 260 Kg. de alto explosivo, por las dimensiones del blanco, con un torpedo bastaba. Todo dispuesto se lanzo un filoguiado SST 4. Nunca se supo que paso , es el mismo comandante quien no tiene certeza , de haber logrado un tiro certero. Y expresa que hay factores que pueden lograr tal incertidumbre. Pudo haber sido una falla del material, pues se tratas de un arma altamente sostificada, la cual tiene probabilidades de falla. Otra causa pudo ser que el buque enemigo haya echo maniobras evasivas ante el disparo del San Luis o bien que hayan utilizado antitorpedos . Lo cierto es que no se pudo establecer con certeza por que no estallo.
La respuesta Británica fue de inmediato, pero gracias a las condiciones del submarino y a la idoneidad y calma de todo el personal, se pudo evadir y culminar con parte de la misión . No se lanzaron mas torpedos, dado que después del primer lanzamiento, se opero en evasión y la situación anterior se rompe y los buque ingleses estaban en evasión también . después del lanzamiento la nave fue detectada y atacada por una combinación anti-submarina de buques de superficie y de helicópteros, por el termino de casi 20 horas, con cargas de profundidad.
Con respecto a los otros dos disparos hay muchas versiones : desde que un MK 37, antisubmarino, hizo impacto en un submarino Ingles de la Clase Oberon ( que llego a Gran Bretaña con la proa abreviada) hasta que otro de los torpedos Argentinos dio en el Portaaviones HMS Invencible .Cabe aclarar que de esto nada ha sido confirmado ni por los ingleses, ni por las autoridades argentinas. Pero no se puede negar que el San Luis navego bajo la flota inglesa y escapo ilesa al ojo del pirata .
Regreso a Puerto Belgrano a fines de Mayo a reabastecerse y reaprovisionarse, pero no alcanzo a salir nuevamente a combatir, pues las acciones ya estaban decididas.
Armada Argentina en Malvinas
Actualizado (Jueves, 15 de Octubre de 2009 20:20)




Acción de los buques del Apostadero Naval Malvinas


Los Buques del apostadero



ARA Bahía Buen Suceso
ARA Isla de los Estados
ELMA Formosa
ELMA Río Carcarañá
Yehuin
Forrest
Monsunen
Penélope
Otras

Guardacostas GC82 Islas Malvinas y GC83 Río Iguazú



Una de las principales funciones del Apostadero Naval Malvinas fue la de brindar un adecuado soporte logístico a las unidades navales que operaban en el puerto de la capital de las islas.

Como se indicó anteriormente, con el desarrollo del conflicto el campo de actividades se amplió notablemente. Así el personal del Apostadero fue realizando diversos trabajos, entre los cuales se incluyeron el minado de las aguas circundantes, el rescate de combatientes, el pilotaje de unidades a través de los campos minados, el patrullaje de las islas y la distribución de equipos, alimentos, medicamentos, combustibles, armamentos y otros aprovisionamientos para el personal asentado en los distintos puertos de las Malvinas.


Para efectuar estas vitales tareas se embarcó a parte del personal del Apostadero en distintos tipos de unidades, que debieron realizar un largo periplo por las aguas malvinenses en condiciones de extremo riesgo, considerando que se enfrentaban al bloqueo aeronaval británico establecido a partir del 12 de abril y carecían de comunicaciones, medios de detección, socorro y armamento adecuado para su defensa.

Para llevar a cabo esta misión, los buques navegaban muy cerca de la costa, caleta por caleta, de manera de que no se notase su presencia en los radares enemigos, por acción de los ecos provenientes de tierra firme.


El grupo naval afectado a estas tareas estaba formado por un conjunto muy heterogéneo de transportes de la Armada, buques de la Marina Mercante y barcos requisados a la gobernación colonial y a empresas particulares. Como es fácil imaginar, estas circunstancias dieron lugar a una gran cantidad de aventuras y anécdotas, que han ido conformando una verdadera tradición oral que se ha ido manteniendo viva en la reunión anual de camaradería.
Las tareas de estos buques de apoyo han sido muy poco publicitadas, sin embargo su acción resultó muy importante para el desarrollo de la guerra.

Los británicos los tuvieron como blancos preferenciales, causándoles fuertes pérdidas. Su trabajo fue una epopeya silenciosa, un servicio sin descansos, una misión con un final inevitable, aunque aceptado por sus tripulaciones: ser hundidos.
A continuación se presenta un extracto de la actuación de las distintas unidades navales involucradas, varias de las cuales yacen en el fondo del mar por haber cumplido heroicamente con su deber en condiciones de notable inferioridad.



ARA Bahía Buen Suceso

Este buque perteneciente al Servicio de Transportes Navales de la Armada participó en el conflicto del Atlántico Sur desde sus inicios, pues fue el encargado de llevar a las Georgias del Sur al personal del comerciante argentino de chatarra Constantino S. Davidoff , para desmantelar una estación ballenera en Puerto Leith.

Posteriormente regresó al continente, mientras se iban desarrollando los acontecimientos que culminarían con la recuperación de las Malvinas.
En esa época el buque estaba llegando al fin de su vida útil, pues se había planeado radiarlo del servicio en ese mismo año. El 8 de abril recibió la orden de suspender sus reparaciones y partir rumbo a Puerto Argentino con el capitán de ultramar O. Niella y el capitán de corbeta Héctor Zukowski como comandante militar. Finalmente arribó a la capital de las islas el 11 de abril, transportando importantísimos pertrechos como material de artillería antiaérea, munición, minas, equipos, vehículos y 160 toneladas de víveres. 
Hasta el 23 de abril permaneció en el muelle del Apostadero descargando materiales y sirviendo inicialmente como buque cuartel y central de comunicaciones.
Cuando abandonó el muelle para dejar lugar a otros buques fondeó en medio de la bahía de Puerto Argentino. Junto al ARA Isla de los Estados realizó innumerables tareas para alijar los buques mercantes que por su calado no podían tomar muelle.
El 29 de abril zarpó hacia el sur de las islas y posteriormente hacia el estrecho San Carlos, para protegerse del inminente ataque inglés. Así estuvo navegando y fondeando en distintos lugares para transferir carga a otros buques logísticos, que por su calado podían atracar fácilmente en Puerto Howard o Bahía Zorro (Fox). Además hay que resaltar que el buque operaba en zonas que controlaba el enemigo, sin medios de defensa, alerta, ni mucho menos elementos de contramedidas electrónicas.
A la tripulación del Buen Suceso le cabe una mención, no sólo por el trabajo cumplido y el ingenio de sus hombres hasta para conseguir agua, sino también porque lo hizo en precarias condiciones, pues el estado general del buque hacía muy penosa la navegación. Así la carencia de un destilador de agua dulce y sus escasas reservas lo obligaron a dirigirse a Fox, donde atracó el 10 de mayo y se reaprovisionó en forma precaria con el agua de un pozo surgente natural y el agua de lluvia.
El 12 de mayo un temporal violentísimo hizo pivotar el viejo barco sobre el improvisado muelle de Bahía Fox, arrancando las amarras de proa. El Buen Suceso se varó del centro hacia popa sobre la banda de babor, por lo que la hélice y el timón de ese lado quedaron imposibilitados de moverse. Entonces el Monsunen procuró sacarlo de la varadura, lo que no logró por su escasa potencia.
En la madrugada de ese mismo día el barco fue sobrevolado por un helicóptero británico, que se retiró por haber sido atacado por el fuego de fusilería del personal en tierra. A las 10:00 un Harrier realizó una pasada rasante y a las 13:30 se produjo el ataque del Río Carcarañá, surto en la costa de enfrente. Como se esperaba que el próximo ataque sería sobre el Buen Suceso, se dispuso el abandono del barco, quedando sólo la guardia de máquinas y de radio. La medida resultó acertada, pues 2 Harrier lo atacaron 15 minutos después de haber desembarcado sus tripulantes. El fuego de cañones de los aviones le causaron ligeras averías y 2 heridos por esquirlas; además se produjeron daños en algunas casas del poblado, un incendio en el muelle y heridos entre el personal del Ejército. Como ya no se justificó vivir a bordo, el personal se alojó en unos galpones ubicados a 100 m de la costa, concurriendo diariamente a bordo para hacer funcionar los generadores y la cámara frigorífica durante algunas horas.
Como el buque estaba imposibilitado de zarpar, continuó en esa situación durante muchos días. El 18 de mayo a las 15:00 dos Harrier atacaron las proximidades del buque con bombas Beluga y el día 26 a las 00:30 soportó un bombardeo naval que se prolongó hasta la 04:30. El 30 y el 31 de mayo se produjeron nuevos bombardeos navales, que también se repetirían el 5 y 6 de junio.
Ante la orden de cese el fuego, el 15 de junio se procedió a la destrucción de la radio y de la documentación clasificada, se inundaron los tanques y se arrojaron al mar las armas y municiones. Finalmente a las 10:00 el personal de la fragata HMS Avenger se hizo cargo de lo que quedaba del buque.


ARA Isla de los Estados
Este buque de 3.000 toneladas también pertenecía al Servicio de Transportes Navales de la Armada. Antes de la guerra llevaba maderas a las islas y traía ovejas; en marzo de 1982 había hecho su último viaje comercial. Por todo esto el capitán civil, Tulio Panigadi, conocía muy bien la zona del Apostadero Naval Malvinas.

El 28 de marzo de ese año zarpó de Puerto Deseado rumbo a las Malvinas bajo el comando militar del capitán de corbeta Alois Esteban Payarola, transportando material del Ejército. El 4 de abril llegó a Puerto Argentino y a partir de allí sus actividades se tornaron intensas.
El Isla de los Estados, entre otras tantas cosas, trasladó personal para tomar Pradera del Ganso, Darwin y Bahía Zorro (Fox).
Entre el 15 y el 17 de abril regó minas en las aguas circundantes a la capital de las islas, improvisando un sistema casero pero efectivo, ya que no era un buque minador. Estas minas habían sido transportadas por el ARA Bahía Buen Suceso y en las operaciones colaboró el Forrest. Durante estas maniobras una de las minas se desprendió de la pluma y cayó sobre las restantes; pero afortunadamente no explotó por acción de los seguros.
Posteriormente emprendería tareas de abastecimiento a los distintos destacamentos diseminados por las islas. En su larga travesía operó desafiando a los submarinos nucleares; soportó rolidos del orden de los 25 y 30 grados; sus 20 tripulantes hicieron de todo a puro corazón, desde realizar las tareas de navegación interisleña hasta trabajar de estibadores. 
Operó en estrecho contacto con gente del Ejército, cuyo personal, vehículos y pertrechos en gran parte fueron transportados por este buque. Así su misión logística se cumplió perfectamente por su capacidad de transporte y su calado adecuado para los puertos de las islas.
El 8 de mayo amarró en Puerto Rey al costado del Río Carcarañá, para realizar su alije en conjunto con el Yehuin, el Forrest y el Monsunen.
El 10 de mayo por la noche mientras navegaba rumbo a Puerto Howard fue iluminado por una granada estrella en las proximidades de la isla del Cisne. 
Inicialmente se supuso que provenía de fuerzas propias, pues no se había detectado ninguna presencia británica y se estimaba que era poco probable que el enemigo navegase por las estrechas aguas del canal San Carlos. Sin embargo, inmediatamente fue atacado por la fragata HMS Alacrity, que produjo varios impactos directos sobre la obra muerta del buque. A pesar de las maniobras evasivas intentadas, se recibieron nuevos impactos de cañón que hicieron que el Isla de los Estados literalmente volara, pues a bordo había munición del Ejército y 5.000 litros de JP1 (combustible para aviones). Sólo 4 personas de la tripulación pudieron escapar de esa explosión gigante, pero 2 de ellas murieron al dirigirse a la costa. Finalmente el marinero López y el capitán Payarola alcanzaron una isla en medio del Estrecho San Carlos.
Allí sobrevivieron comiendo lo que encontraron y bebiendo agua de lluvia, hasta que el 16 de mayo fueron rescatados por el heroico Forrest.


ELMA Formosa
Este buque zarpó de Punta Quilla el 18 de abril transportando importantes materiales para el Ejército y la Fuerza Aérea, con el capitán J. Gregorio y el capitán de fragata Héctor Bianchi como comandante militar, arribando a las islas el día 20 luego de burlar el bloqueo. La maniobra de descarga se complicó pues el muelle del Apostadero Naval Malvinas no tenía el calado suficiente para este buque de 20.700 toneladas. Entonces fondeó en Puerto Groussac, al noreste de la capital, para ser alijado por otros barcos del Apostadero. El día 26 el capitán Bianchi fue reemplazado por el capitán de corbeta Juan C. Iannuzzo y el 28 de abril pudo atracar al muelle luego de una difícil maniobra. Posteriormente aparecieron complicaciones notables durante la descarga del material en el puerto. No había vehículos suficientes para el traslado de los pertrechos, faltaba utilaje adecuado, los guinches no podían soportar el peso de los bultos y al ser desembarcados con los elementos de a bordo se iban amontonando en el muelle, restando espacio para maniobrar. La situación se tornaba muy peligrosa, pues entre el material manipulado había grandes cantidades de municiones y combustibles. 

Además como los contenedores no podían ser trasladados, debían ser abiertos y vaciados en el muelle, transportándose su carga en entregas fraccionadas.
Ante la inminencia del ataque enemigo, el Formosa abandonó Puerto Argentino en la madrugada del 1 de mayo, sin haber completado su descarga. Ese mismo día a las 11:00 fue atacado por aviones Harrier que no le provocaron daños. A las 17:30 un avión no identificado lo atacó con bombas y cañones cuando estaba por el través de la isla Pelada. En esta última acción tampoco se produjeron bajas ni daños mayores, pero con asombro se descubrió que en la bodega se había alojado una bomba argentina de 250 kg sin detonar y con la espoleta desprendida, por lo que se dedujo que el avión atacante era propio, como se confirmó después de la guerra. Ante esta situación crítica, el capitán Ianuzzo y dos voluntarios procedieron a trincarla con sumo cuidado, para que al llegar a puerto pudiera ser desactivada por personal especializado.
Tras una navegación muy tensa y sin ningún tipo de protección, el Formosa llegó al continente el 7 de mayo con su peligrosa carga sin explotar.


ELMA Río Carcarañá
Este buque zarpó de Buenos Aires el 22 de abril con el capitán de corbeta Daniel Rovelo como comandante militar, transportando 934 toneladas de carga. Luego de quebrar el bloqueo, fondeó en Puerto Groussac el 26 de abril, encontrándose con las mismas dificultades que se describieron anteriormente para efectuar la descarga en el muelle del Apostadero. Así fue alijado por el Isla de los Estados hasta el día 29.

Durante el ataque del 1 de mayo fue ametrallado por un avión enemigo que erró el blanco. Después de dicho incidente se dirigió a zonas teóricamente menos peligrosas en el sur de la isla Soledad. Este buque tampoco tuvo protección, medios de defensa ni comunicaciones adecuadas y su tripulación se vió expuesta a situaciones de tensión.
El 3 de mayo recibió órdenes de zarpar hacia Puerto Rey y al día siguiente traspasó 68 tambores de combustible al Monsunen. El día 5 entregó víveres al Forrest y 2 cocinas de campaña y 5 contenedores al Yehuin. Las maniobras de 
alije por parte del Isla de los Estados, el Forrest y el Monsunen se prolongaron hasta el 10 de mayo, en que se completó su descarga.
El día 16 a las 10:00 fue sobrevolado por un avión británico y a las 13:30 recibió el ataque de 2 Harrier con bombas y fuego de cañón. Si bien los daños parecían ser leves, se efectuó el desembarco del personal. Posteriormente el infatigable Forrest trasladó a la tripulación hasta Bahía Fox. El día 20 una comisión se destacó a Bahía Rey para evaluar el estado del Río Carcarañá, concluyéndose que no podía navegar. Se supone que el buque abandonado fue finalmente hundido en los ataques del 23 y 24 de mayo.


Yehuin
Este buque perteneciente a la compañía Geomater operaba como sostén logístico de la plataforma petrolera General Mosconi. Su diseño lo hacía especialmente apto para tareas de alije y transporte de contenedores. El 29 de abril zarpó de Río Gallegos con el capitán de corbeta Ricardo Llambí como comandante militar, arribando a las islas el 1 de mayo, siendo así la última unidad naval en romper el bloqueo.

Como consecuencia de los ataques aéreos de esa fecha, se desplazó hacia Puerto Aventura hasta el 3 de mayo, en que una alerta aérea lo obligó a dirigirse a Puerto Yeguas. Finalmente el día 4 arribó a la capital de las islas.
Al igual que los demás buques del Apostadero, desarrolló muchas travesías logísticas en situaciones de alto riesgo y con las serias limitaciones descriptas con anterioridad.


Forrest
Este buque de 250 toneladas de desplazamiento y 8 nudos de velocidad pertenecía a la Gobernación colonial y realizaba tareas para la Falkland Islands Company. Fue requisado y puesto bajo el mando del teniente de navío Rafael Molini el 14 de abril y obviamente soportaba todas las limitaciones que se indicaron para los casos anteriores. Para disimular su presencia se cubrió su color rojo original con pintura negra. Inicialmente se lo destinó para tareas logísticas, pero con el desarrollo de las acciones también remolcó a otros buques, exploró espacios marítimos, alijó, rescató naúfragos, recorrió las distintas bases dispersas por las islas y hasta sostuvo un duro combate contra un helicóptero artillado británico. En resumen, fue un verdadero comodín multipropósito. Su presencia se tornó familiar en cuanto incidente naval se presentaba en las islas y su desempeño fue un ejemplo de esfuerzo, tenacidad y trabajo silencioso.

En las operaciones de regado de minas ayudó a situar la posición de los artefactos y actuó como cortinador acústico antitorpedos, para lo cual se colgaron cadenas en los costados del buque, se pusieron en marcha todos los motores y se ordenó a la tripulación que golpeara el casco para atraer hacia sí los posibles torpedos destinados al buque minador, con el consiguiente peligro que esta acción tenía.
El 1 de mayo participó en el primer combate aeronaval de la guerra de las Malvinas. Ese día se hallaba fondeado en la caleta Riñón junto con el guardacostas GC82 Islas Malvinas, cubriendo una guardia de vigía radar y esperando una oportunidad para ingresar a Puerto Argentino. A las 16:40 avistó un helicóptero enemigo tipo Sea Linx que volaba al encuentro de ambos buques. En esa circunstancia el teniente Molini ordenó alistar toda su tripulación que estaba armada con sólo 13 fusiles automáticos FAL. A una distancia de 400 m el helicóptero inició el ataque sobre el Forrest, al que le produjo daños menores en la banda de babor. Después se dirigió al guardacostas que estaba a 100 m del primer buque, causándole un herido grave y averías generales. Entonces el GC82 zarpó hacia la capital, mientras que el Forrest marchó decididamente al encuentro del atacante, disparando todos sus fusiles cuando se aproximó a 100 m de la aeronave. Mientras el buque trataba de acercarse y disparar a un blanco tan móvil, el helicóptero aparecía y desaparecía detrás de los accidentes del terreno, abriendo fuego en cada oportunidad favorable. Luego el helicóptero emprendió la retirada hacia la bahía de la Anunciación, posiblemente para aterrizar en la isla de 
los Pájaros. El Forrest marchó en su persecución con la esperanza de que la aeronave tuviese averías, pero al hacerlo el helicópterohuyó hacia el este en dirección de la flota enemiga.
Finalmente digamos que las peripecias corridas por este buque fueron tantas, que sería muy largo detallarlas una por una. Sin embargo, algunas se describen en los apartados correspondientes a los demás buques del Apostadero Naval Malvinas.
Tras de la caída de Puerto Argentino fue una verdadera pena ver que este valeroso buque requisado era tripulado por integrantes de la Royal Navy ...


Monsunen
Este buque pertenecía a la Falkland Islands Company y desarrollaba 7 nudos de velocidad. Fue requisado y puesto bajo el mando del teniente de navío Jorge Gopcevich Canevari. Sus plumas y su capacidad de transporte lo hicieron muy útil para las tareas logísticas, desarrolladas en condiciones muy adversas. Cumplió 19 misiones de alerta temprana y transportes diversos, muchos de ellos vitales hasta para los habitantes de las islas, pues se trataba de alimentos.

El 2 de mayo se embarcó el mayor Jorge Monge para buscar los cañones del GADA 101 que estaban a bordo del Rio Carcarañá. Como medida de seguridad se instalaron dos ametralladoras MAG, una a proa y otra a popa, más por efecto 
moral que por su eventual eficacia ante un ataque naval o aéreo. Luego de unos días con continuas alertas de ataques aéreos y tormentas, ya en el estrecho se procedió al transbordo de los 8 cañones y 16.000 proyectiles que se hallaban por entonces a bordo del Isla de los Estados. Esta operación se realizó de noche, con mucho viento y continuos rolidos. Cuando regresó a Puerto Argentino, recibió una alerta de ataque naval, posiblemente de un submarino, que lo obligó a permanecer inmóvil durante 8 horas.
En otra misión, el 21 de mayo zarpó de bahía Fox hacia la capital de las islas, llevando 250 bolsas de harina y 150 tambores de JP1. En la madrugada del día siguiente fue sobrevolado por un helicóptero inglés, hallándose en el estrecho que separa la isla Bounganville de la isla Soledad. A los pocos minutos recibió una intimación de rendición por radio. El helicóptero regresó a los 15 minutos, siendo recibido con fuego reunido de fusilería y una MAG cedida por el Ejército, lo que provocó que la aeronave se alejase con aparentes daños. Al poco tiempo se detectaron dos ecos grandes a 8 millas que se acercaban rápidamente. Entonces el Monsunen buscó refugio cerca de la costa, pero cuando los barcos llegaron a 3 millas abrieron fuego con bengalas y munición trazante. Ante esa situación el teniente Gopcevich Canevari decidió embocar la nave contra la costa, en las proximidades de caleta Foca, interumpiéndose el ataque enemigo por falta de contacto radar. 
Para abandonar el buque se arriaron 3 balsas inflables, lo que resultó complicado por las olas presentes, la oscuridad reinante y la reanudación del fuego naval sobre la zona de desembarco. Durante esta maniobra nocturna se produjo la caída al mar del último cabo que debía descender. Esta circunstancia sólo fue advertida por el conscripto Bazán, que resueltamente se lanzó al mar para rescatarlo con éxito de los peligrosos remolinos que lo habían succionado.
Al amanecer el enemigo se había retirado y se escuchaba el ruido del motor del Monsunen aún en marcha. Al acercarse se vió que la nave había zafado de su varadura, por lo que se la abordó nuevamente y se constató que no había sufrido daños en el casco pero sí en la hélice o en su eje. Cuando se intentó zarpar, la hélice se enredó con la cuerda de amarra, siendo inútiles los esfuerzos para solucionar el inconveniente.
El 23 de mayo el Forrest se presentó en el lugar para remolcar al buque averiado, utilizando la cadena del ancla del Monsunen. Luego de muchas vicisitudes ambas embarcaciones pudieron arribar a Darwin y atracaron en el muelle de Ganso Verde. El 24 de mayo se traspasó toda la carga al Forrest, que partió hacia Puerto Argentino, mientras que el Monsunen quedó al aguardo de ser reparado.
A pesar de la odisea pasada, su valerosa tripulación no bajó los brazos y solicitó ser incorporada a la dotación que defendía la localidad. En consecuencia se le asignó una posición en la playa y en el muelle donde había quedado el buque. Entonces se construyeron los pozos de zorro para la defensa y se minó la costa con pequeñas bombas subacuas. El día 26 la proa del Monsunen recibió el impacto de los cañones enemigos, sin causar averías mayores. El 28 los británicos volvieron a atacar al buque, sin que se produjeran daños. En ese día se inutilizaron los aparatos esenciales del Monsunen ante la inminente caida de la plaza. Sin embargo, el enemigo luego lo recuperaría para su uso.


Penélope
Esta pequeña goleta también pertenecía a la Falkland Islands Company y apenas desarrollaba 4 nudos de velocidad. Fue requisada el 7 de mayo y puesta bajo el mando del teniente de navío Horacio González Llanos. Colaboró en las tareas logísticas ya descriptas con las serias limitaciones indicadas.

Al igual que en el caso del Forrest, sus numerosas peripecias se han tornado casi legendarias entre los veteranos del Apostadero Naval Malvinas. Así en su última travesía procedió a alijar al ARA Bahía Buen Suceso en Bahía Fox, embarcando 30 tambores de JP1 para llevarlos a Puerto Argentino. La Penélope zarpó de Fox a fines de mayo y encontró muchas dificultades en su navegación, debido a la neta supremacía del enemigo en las aguas malvinenses, que la obligaba a ocultarse y a moverse con mucho cuidado. Además su reducida velocidad provocaba que los cruces le demandaran muchas horas, con el consiguiente peligro de ser detectada. Así transcurrieron penosamente los días hasta que en la primera semana de junio irradió su última comunicación, en la que informaba que se encontraba al oeste de la isla Bougainville, que su sonda estaba fuera de servicio y que le quedaba combustible para sólo 2 días, lo que resultaba insuficiente para llegar a la capital. Sin embargo pudo arribar a Puerto Argentino unos días antes de su caída, pues en una de las incontables caleteadas para ocultarse de los británicos, se avistó un casillaje en tierra en el que se pudo encontrar tambores de gasoil.



Guardacostas GC82 Islas Malvinas y GC83 Río Iguazú
Estas dos anchas patrulleras de la Prefectura Naval Argentina de 90 toneladas y 28 m de eslora, estaban armadas con sólo 2 ametralladoras de 12,7 mm pero eran modernas y podían alcanzar 22 nudos de velocidad. El 11 de abril zarparon de Puerto Deseado hacia las islas, cargadas al máximo de su capacidad. Cabe resaltar que este cruce de casi 700 km se realizó al límite de su autonomía máxima y atravesando un mar abierto para el que no resultaban muy aptas. Llegaron a Puerto Argentino el 13 de abril luego de burlar el bloqueo británico y superar un mar 8. Inmediatamente se procedió a pintar las embarcaciones con un camuflaje apropiado. Inicialmente se destinaron a sus tareas específicas, pero al poco tiempo debieron emprender trabajos propios de la marina de guerra.

Junto con las otras embarcaciones menores del Apostadero, se turnaron para patrullar todas las vías de aproximación a Puerto Argentino durante la noche, con lanzamiento de cargas subacuas antipersonales confeccionadas por los Buzos Tácticos para prevenir la eventual acción de buzos provenientes de submarinos enemigos.
También era habitual que transportasen diversos grupos comando que descendían en diversos puntos de las islas para contrarrestar las eventuales incursiones enemigas. Así en una travesía a la isla de los Leones Marinos el GC83 desembarcó una veintena de infantes de marina que hallaron depósitos de combustible de aviación y dos precarias pistas de aterrizaje en cruz, una de 800 m y otra de 400 m.
El 22 de mayo el GC83 Río Iguazú, al mando del subprefecto Eduardo A. Olmedo, se encontraba en el seno Choiseul transportando 2 obuses de 105 mm y 20 hombres del Ejército para Darwin. A las 08:30 de ese día fue atacado por 2 o 3 aviones Harrier. El fuego del enemigo fue contestado con ambas ametralladoras, una de las cuales era operada por el cabo segundo Omar Benítez, quién cayó abatido al recibir un impacto de 30 mm en pleno tórax. Los dos tripulantes que disparaban con la otra ametralladora recibieron heridas de esquirlas. En ese momento el cabo segundo José Raúl Ibañez se encontraba achicando una vía de agua que pronto se reveló como incontenible. 
Al subir a cubierta para dar aviso, se encontró con el compañero muerto. A pesar de no contar con ninguna instrucción como ametralladorista, inmediatamente tomo su lugar y comenzó a operar la ametralladora de 12,7 mm con la que logró hacer impacto en una aeronave enemiga que se aproximaba por popa y luego cayó en las proximidades de Darwin. Sin embargo, el severo ataque británico continuó, hasta obligar al comandante de la pequeña nave a embocarla en la costa debido a los irreparables daños que sufrió. La tripulación desembarcó y buscó refugió en tierra, pudiendo posteriormente rescatar los obuses y luego regresar a salvo a Puerto Argentino.
Por su parte el


GC82 Islas Malvinas

, al mando del oficial principal Jorge C. Carrega, el 1 de mayo sufrió el ataque de un helicóptero británico como se indicó anteriormente.
Al momento de la rendición, las tripulaciones de los dos guardacostas se hallaban a bordo del GC82. Entonces procedieron a destruir equipos y claves secretas, pero no pudo concretarse la destrucción de la nave.


Otras unidades auxiliares
Además de los buques mencionados, en Puerto Argentino había un conjunto de unidades menores agrupadas en la denominada Dotación de Lanchas, que comprendía un pequeño remolcador de dársena de nombre Lively, dos lanchas de 

desembarco tipo EDPV y una chata de combustible sin propulsión propia.





H.M.S. Invincible
 Al finalizar el mes de mayo, los británicos se habían afianzado en San Carlos y ya estaban presionando sobre Darwin y Goose Green, para luego comenzar con su avance hacia el Este, en busca del punto capital: Puerto Argentino.

Uno de los objetivos perseguido por las fuerzas británicas en tierra era el aeropuerto de césped de Darwin ubicado a unos 800m del pueblo, desde donde operaban aviones Pucará de la Fuerza Aérea Argentina. La pista – y, por ende la zona circundante- recibió, a partir del 1° de mayo, el bombardeo casi diario por parte de PAC de Harrier, a lo que se sumó, desde el 26, el ataque con artillería de campaña y morteros.




En general, las acciones contra las posiciones argentinas en todas las islas se fueron intensificando paulatinamente, con el propósito de aumentar la presión y disminuir la capacidad de resistencia. Las estaban permanentemente en el aire y ese control que ejercían en casi todo el teatro de operaciones era parte de preocupación por parte de las fuerzas propias.
¿Cómo lograban ese control aéreo? Muy simple: la Task Force disponía de gran cantidad de plataformas móviles (los barcos desde donde podían operar los Harrier) y, en especial los dos portaaviones: "Hermes" e "Invincible".
John "Sandy" Woodward era consciente de que si perdía alguno de los portaaviones, toda la operación correría grave peligro de fracasar; los cuidaba con un celo muy particular y no los arriesgaba por que sí. Que el riesgo lo corrieran otros buques.
Fue así como desde el comienzo de las hostilidades los portaaviones británicos se convirtieron, para los argentinos, en objetivos prioritarios.
Los movimientos de la flota fueron estudiados minuciosamente, día a día, incluyendo los lugares desde donde aparecían y desaparecían los Harrier. Para ello se utilizó un radar Westinghouse AN/TPS-43F de largo alcance, capaz de detectar ecos aéreos alejados, que era operado por personal de la Fuerza Aérea Argentina. El rastreo permitió conocer las zonas de maniobras desde donde se lanzaban los Harrier: ahí estaban los portaaviones. De eso, no había dudas.
El 29 de mayo, la 2da Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque recibió la orden de preparar una misión de ataque a un blanco que estaba ubicado a 80 millas al Este de Malvinas, exactamente en el radial 090°. Se pensaba que allí se encontraba el "Invincible", pues existían fundadas sospechas de que el "Hermes" había sufrido daños causados por uno de los Exocet lanzados por Curilovic y Barraza.
Luego del hundimiento del "Atlantic Conveyor", quedaba sólo un Exocet AM-39. La oportunidad, está vez era para la pareja formada por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Luis Collavino.
Sugestivamente, luego del ataque al "Atlantic Covenyor" la Task Force se desplazo a una posición exactamente al Este de la Isla Soledad, es decir equidistante de tanto de Puerto Deseado como de Río Grande, complicando los vuelos argentinos tanto desde el Norte como desde el Sur, asimismo operar en el sector Noroeste, como en el caso del "Atlantic Conveyor", facilitaba mucho las cosas, pues a lo largo del litoral marítimo argentino existían varios aeródromos de alternativa.
Por otro lado un compromiso de carácter operativo no les permitía a los británicos alejar los portaaviones más allá de las 100 millas de las zonas de combate, debido a que el radio de acción del Harrier (incluida las maniobras en el aire) no superaba esa distancia. Ellos necesitaban aviones que despegaran, volaran hacia el objetivo, estuvieran en él durante un tiempo y regresaran, les era imprescindible tener "presencia en el aire".
A pesar de todas las precauciones, los mandos ingleses tenían una preocupación: los Súper Etendard argentinos. Sabían que no podían operar desde la pista de Puerto Argentino pero la experiencia del "Sheffield" y el "Atlantic Conveyor" había demostrado que esos aviones representaban un serio llamado de atención.
En los últimos días de mayo, Woodward ordeno aumentar el número de buques "piquete", para tratar de detectar la llegada de posibles ataques desde el continente.
La información sobre la presencia de esos "aviones" al Sudeste, Noreste y Sudoeste del territorio malvinense pudieron confirmarse en varias oportunidades. Y los ingleses no solo habían adelantado buques: se localizaron también a unas 70 millas al Sur del Estrecho de San Carlos, un helicóptero ingles "estacionado" en el aire, haciendo alarma aérea temprana.
Si bien todas las misiones eran motivo de pormenorizado análisis, el próximo ataque con Súper Etendard fue especialmente estudiado.
Lo lógico era pensar en un rumbo por el Noroeste, similar al seguido en la acción contra el "Atlantic Conveyor". En cambio, nadie podía llegar a imaginar un vuelo por el sur, dependiendo siempre de Río Grande, la base más austral disponible.
Precisamente ese fue el sector elegido: el Sur. Era muy difícil que los ingleses esperaran un ataque por allí.
Durante la mañana del día 29, Francisco y Collavino, con la ayuda del resto de la escuadrilla se dedicaron a ultimar algunos detalles de la misión. En primer lugar, se determinó el horario, teniendo en cuenta que hasta ese momento los Súper Etendard habían operado siempre en última hora de la tarde; por ello se buscaría una hora atípica, preferentemente a la mañana o, a más tardar, al mediodía.
En segundo lugar, y para poder hacer un arco y alcanzar el blanco por el Este, cosa totalmente improbable desde toda lógica, tendrían que realizar un doble reaprovisionamiento en vuelo. Si en la segunda oportunidad surgían inconvenientes, los aviones podrían regresar a su base, aunque sin cumplir la misión. No iba a ser la primera vez que aparecieran problemas en la maniobra del reaprovisionamiento; existen muchas variables que hacen que el método no siempre sea seguro. Además, la misión obligaba que los aviones tanques se desplazaran muy hacia el Este, con todos los riesgos que ello implicaba. Para evita la detección de los Hércules por parte de algún piquete enemigo y que este diera la alarma ante la evidencia del reaprovisionamiento de una misión por el Sudeste, se solicitó que los tanques no realizaran una derrota directa desde Río Gallegos hasta el punto de encuentro con los Súper Etendard, sino que se pegaran al continente y luego siguieran una ruta casi idéntica a la de los aviones atacantes.
A mediodía todo estaba listo. En cuanto recibieran la confirmación de la hora de los encuentros con los Hércules, despegarían.
En la sala de prevuelo Francisco y Collavino esperaban el momento de la partida. De pronto, ingreso el Capitán Colombo, Comandante de la Escuadrilla. Buscó con la mirada a Francisco y resueltamente se dirigió hacia él.
- Francisco, en quince minutos van a aterrizar cuatro A-4C de la Fuerza Aérea para hacer con ustedes un prevuelo y efectuar juntos la misión una hora y media después.
- Pero señor...es imposible... - atinó a decir Francisco.
- Sí, realmente... No hay tiempo para coordinar todo.
Se trata de un ataque sumamente complejo, que implicaba coordinación muy detallada a las que había que dedicarles su tiempo. Tendrían que compatibilizar perfiles de vuelo de aviones diferentes, y además, disponer de otro avión tanque para el doble reaprovisionamiento.
solicitaré autorización para anular la misión. No podemos concretarla hoy; por lo menos en cuanto a efectuarla en conjunto – dijo Colombo luego de escuchar las opiniones de los pilotos.
Como el blanco continuaba en la misma posición y ante la imposibilidad de concretar el ataque juntamente con los aviones de la Fuerza Aérea, se decidió que despegaran solamente los Súper Etendard .
Francisco y Collavino se encaminaban hacia sus respectivos aparatos y realizaron el chequeo previo, pero ni bien pusieron los motores en marcha, llegó la orden de suspender el vuelo, pues el Hércules no podía seguir esperando y tenía que regresar por falta de combustible.
A partir de ese momento, los pilotos comenzaron a ajustar una serie de detalles, considerando que el vuelo, al que se sumarían los cuatro cazabombarderos A-4C "Skyhawk" de la Fuerza Aérea, se realizaría al día siguiente.
Durante una reunión que se había realizado durante la mañana del día 29, en San Julián, el Comandante del Escuadrón de los A-4C de la Fuerza Aérea reunió, en su despacho, a todos los jefes de las jefes de escuadrillas, para hacerles conocer la existencia de la misión contra el portaaviones británico.
Los cuatro aviones luego del lanzamiento del Exocet por parte del uno de los Súper Etendard, continuarían para pasar sobre el blanco y bombardearlo, tratando de penetrar la barrera defensiva que siempre forman los buques que protegen a los portaaviones. Una barrera que generalmente, es muy difícil de atravesar. Por ello el riesgo que corrían era altísimo, más aun por que el ataque tendrían que realizarlo en aguas abiertas, donde la capacidad de detección por parte del enemigo era total y anticipada como para que los sistemas de armas tuvieran tiempo de suficiente para reaccionar con eficiencia.
Cuando el Comandante finalizo su explicación, hizo un breve silencio: pausadamente, sin poder ocultar la emoción propia por el momento que estaba viviendo, pregunto quienes deseaban, voluntariamente, tomar parte en el ataque.
Un nuevo silencio envolvió a los presentes.
- Señor, solicito autorización para participar.
El Primer Teniente Ernesto Rubén Ureta se había puesto de pie.
Casi al mismo tiempo se levanto el Primer Teniente José Vázquez
- Señor yo también quiero ir
- Bien – respondió el Comandante – Ustedes designarán a los otros dos pilotos.
Así lo hicieron. Entre los restantes oficiales del escuadrón, eligieron al Primer Teniente Omar Jesús Castillo y al Alférez Gerardo Guillermo Isaac.
El domingo 30 amaneció como era habitual en Río Grande: nublado, muy frío, y con escarcha por todos lados.
La sala de prevuelo, desde muy temprano, registraba una intensa actividad. Francisco, Collavino y prácticamente todos los demás integrantes de la Escuadrilla, se reunieron con los pilotos de la Fuerza Aérea que participarían den la misión. Juntos realizaron la coordinación final, dejando sentada la importancia de la discreción y acomodando el perfil de vuelo de los A-4C al de los Súper Etendard.
- ¿Qué harán si alguno de sus aviones regresa por fallas? – le pregunto Francisco a Vázquez, que era el líder de la escuadrilla de la Fuerza Aérea.
Todos hicieron silencio. Vázquez, levanto la vista del gran mapa que estaba desplegado sobre la mesa de trabajo y se irguió, mirando los ojos de Francisco, que estaba agachado sobre la carta, realizando mediciones con un compás.
- en ese caso continuarán los otros tres.
Francisco volvió a preguntar:
- ¿Y si un segundo avión tiene que regresar?
- Seguirán los otros dos. Sólo se anulará la misión, por nuestra parte, por supuesto, si fallan tres maquinas. Ir con un solo avión no tiene ningún sentido.
Por un momento todos se callaron. Si para los Súper Etendard ese ataque, por sus características era muy riesgoso, mas lo era para los pilotos de los A-4C que, si bien eran voluntarios, no desconocían el tremendo riesgo que corrían. Las ordenes que tenían era atacar el blanco en el que impactara el Exocet, fuera cual fuere; se suponía que ese buque iba a estar más indefenso que otro que estuviera intacto. Era la única manera de aumentar las posibilidades de hundir al "Invincible", en caso de que el misil pegara en el portaaviones.
Alrededor de las 12:30 hs Francisco recibió la autorización de la torre de control de Río Grande. Un poco más atrás y a su derecha, Collavino esperaba que su líder despegara primero, para hacerlo él segundos después.
Francisco aceleró hasta un ochenta por ciento de la potencia de la turbina, soltó los frenos y el Súper Etendard, con el último Exocet AM-39 disponible, comenzó su carrera de despegue. Con un suave movimiento del bastón de comandos hacia atrás elevó la maquina y las ruedas dejaron la pista. Entró el tren de aterrizaje y los flaps, luego redujo la potencia. Giro a la izquierda y vio que el avión de Collavino estaba despegando. Al completar el giro, su numeral ya estaba volando hacia él y se aprestaba a reunírsele.
Aproximadamente unos cinco minutos después, uno tras otro fueron despegando los A-4C. Como los Súper Etendard, ascendieron a 12.000 pies y pusieron rumbo Sudeste.
Luego de volar durante cincuenta minutos con una meteorología más que aceptable, los Súper Etendard llegaron al punto donde estaban esperando los dos Hércules. Sin inconvenientes completaron la carga de combustible y permitieron que los A-4C hicieran lo propio.
Lo novedoso de esa misión era, tal vez, la forma de reabastecerse: para aumentar el radio de acción se había decidido que los seis aparatos volaran juntos a los aviones tanques, turnándose para chupar combustible durante casi 300 km. La maniobra se realizo perfectamente. Todo marchaba según lo previsto.
A partir de allí los aviones pusieron rumbo Este, para llegar al sitio de mayor alejamiento y realizar un segundo reaprovisionamiento.
Cargados "a full", los aparatos se alejaron de los Hércules y adoptaron la formación de ataque: los dos Súper Etendard adelante separados una milla uno de otro; detrás de cada Súper Etendard, dos Skyhawk.
En ese momento comenzó la mala meteorología: paulatinamente aparecieron cumulus nimbus, provocando la pérdida del contacto visual entre los aviones y un ligero alejamiento de la ruta, pero enseguida regresaron a la derrota convenida, gracias al excelente sistema de navegación de los Súper Etendard.
Comenzaron a cumplir el perfil de descenso. Estaban completando el rodeo de las naves británicas, que en ese momento estaba a su izquierda; pronto se encontraron volando rasante sobre un mar encrespado, cuyas olas salpicaban los parabrisas y formaban pequeñas mancas de sal en ellos.
Collavino miró a su líder, que le hacía señas para que mirara a los pilotos de la Fuerza Aérea que, perfectamente amoldados a la operación que los Súper Etendard fijaban, por sus sistemas de armas y de detección, volaban en perfecta formación con los aviones navales. Los requerimientos de silencio absoluto de radio y disciplina se cumplían estrictamente.
Francisco miro su carta, que llevaba doblada en la rodilla derecha: según los cálculos y la información recibida el portaaviones se encontraba a más o menos 300 km. de distancia.
Mientras tantos, los chubascos aislados eran, por momentos de tanta intensidad que hasta podrían aparecer en la pantalla del radar.(1)
Y así ocurrió. Cuando los dos Súper Etendard ascendieron para emitir con los radares, vieron muchos ecos dispersos. De inmediato descendieron y continuaron con el vuelo rasante.
Una milla más adelante treparon nuevamente y emitieron. Collavino acerco su mirada a la pantalla, para distinguir mejor: tenía un eco aparentemente verdadero. En ese instante, escucho en su auricular la voz de Francisco:
- ¡Lo tengo, lo tengo enganchado!
Collavino también detecto el mismo eco y exclamo, entusiasmado:
- ¡Yo también lo tengo enganchado!
¡Lanzo misil! – dijo Francisco, y apretó el botón de disparo.
El avión de Francisco se sacudió.
Collavino y los pilotos de los Skyhawk observaron como el misil se desprendía del Súper Etendard, cayo dos o tres metros y cuando parecía que iba a chocar contra el agua, encendió su motor y comenzó a volar, ya estabilizado, a ras del agua, dejando una estela de humo blanco producto de los gases de combustión.
Una vez más, el misil había sido lanzado en excelentes condiciones de tiro y una distancia que aseguraba el impacto en un blanco perfectamente destacado por los sistemas de los Súper Etendard.
Inmediatamente Francisco y Collavino giraron a toda máquina y en vuelo bien rasante regresaron a la ruta convenida.
Cuando habían recorrido unas treinta millas Collavino detecto una emisión radar que, según sus instrumentos, llegaba desde el sector de cola de su avión.
- ¡Tengo "ruidos" en la cola! – le dijo por radio a Francisco, quien entendió: "tengo lobos en la cola".
- ¿Dónde están? –pregunto Francisco mientras trataba infructuosamente de ubicar a los "lobos" (aviones enemigos).
- en la cola, en la cola – repitió Collavino.
- ¿Pero dónde están que no los puedo ver? – exclamo Francisco girando la cabeza hacia uno y otro lado, buscando lo que lógicamente no había.
- No señor, me entendió mal. Dije que tenía "RUIDOS" en la cola.
- ¡Ah, con razón! ¡Qué susto me di! Controlemos esos "ruidos" y por las dudas planchémonos un poco más.
Segundos después, la señal de alarma cesó. Más tranquilos, se dirigieron hacia el punto en donde debían encontrarse con el avión tanque.
La reunión y el reaprovisionamiento se realizaron sin inconvenientes.
Luego de la carga de combustible Francisco se comunico con Río Grande e informo el resultado del lanzamiento. Poco después, aterrizaron en su base.
Mientras tanto los cuatro aviones de la FAA habían seguido la estela del Exocet, en su camino hacia el blanco, pero como el misil desarrollaba mucha mayor velocidad, pronto lo perdieron de vista, a pesar de que la visibilidad era buena y alcanzaba a un poco más de 15 km.
Vázquez que era el líder de la escuadrilla, hizo una seña a sus numerales para que cerraran la formación
Los aparatos configurados con tres bombas de 250 kg. Cada uno, se fueron acercando velozmente al objetivo, en vuelo bien rasante: apenas 12 mts los separaban del agua.
De pronto a lo lejos apareció una mancha oscura, borrosa por el efecto de la bruma. No había dudas ahí estaba, inexplicablemente solo, sin otros barcos cercanos. Había llegado el momento de enfrentarse frente a frente con uno de los buques más buscado de la Task Force.
Dientes apretados, las manos aferradas al bastón de mandos y un frío sudor que le empapaba el cuerpo.
Poco a poco, la figura inconfundible del portaaviones se fue haciendo más clara, más nítida: la cubierta ligeramente curvada hacia arriba en el sector de la proa; la "isla" (2) desplazada hacia la banda de estribor. El barco navegaba a muy poca velocidad. Algo les llamo la atención: desde la base de la "isla" salía una densa columna de humo cuyo tamaño iba en aumento. Rápidamente se dieron cuenta que era la prueba indudable de que el Exocet había impactado.
Cuando los pilotos llegaron a unos 12 km. del blanco, pusieron la máxima potencia a sus motores y se prepararon para la aproximación final. A la izquierda volaban Vázquez y Castillo, y a la derecha, Ureta e Isaac.
En ese momento, un misil que nadie vio llegar, impacto en el avión de Vázquez, que estallo.
Tratando de dominar la angustia y la impresión que les había causado la inesperada muerte de su líder, los tres pilotos continuaron con su vuelo.
El blanco estaba a unos dos kilómetros. Ya casi lo iban a "saltar" para descargar las bombas cuando una nueva explosión los sorprendió, era el avión de Castillo que también explotaba y prácticamente se desintegraba en el aire. Las maquinas de Ureta y de Isaac se sacudieron debido a la onda explosiva.
Los misiles disparados desde algún buque desde el sector oeste, impactaron en los dos aviones que volaban a la izquierda de la formación.
Ureta apretó con rabia el disparador de sus cañones y levanto su avión, lanzando la carga y cruzando al portaaviones de popa a proa, en un ángulo de 30° respecto del eje de la nave.
Por su parte, Isaac tiro también con sus cañones, arrojo las bombas y cruzo a la nave cuando está estaba totalmente cubierta de humo. Para evitar llevarse por delante la torre, tiro hacia la derecha y, planchándose al agua, comenzó a efectuar maniobras evasivas, mientras tomaba el rumbo de escape.
Así, volaron, separados, durante unos kilómetros, bien rasante y en absoluto silencio de radio.
Isaac empezó a buscar, con su vista, a su compañero. Estaba agitado, empapado en transpiración y con un nudo que apretaba su garganta y lo sofocaba; la angustia por la desaparición de los dos compañeros nublaba sus ojos y los humedecía. Se sentía solo, muy solo en medio de ese impresionante mar azul oscuro.
A lo lejos, un poco a su derecha, un punto parecía agrandarse. Si, era el avión de Ureta que lo había visto y estaba reduciendo su velocidad.
- Isaac vamos a la nodriza – dijo refiriéndose al avión tanque.
-Si, señor, comprendido
Las palabras estaban de más. Habían logrado llegar hasta el portaaviones, impactado en él y estaban regresando a casa. Pero habían perdido para siempre a dos amigos.
Aproximadamente a 70 km. del punto en que debían encontrarse, con el avión tanque, los dos Skyhawk ascendieron abandonando la navegación rasante. Luego de cargar combustible pusieron rumbo a Río Grande. Ya llevaban tres horas desde el despegue y todavía les quedaba aproximadamente otra hora de vuelo que, demás está decir, se les hizo eterna.
Ureta aterrizo en primer término; segundos después lo hizo Isaac. Entre los pilotos que esperaban el arribo, estaban Francisco y Collavino, que recién habían aterrizado y que sintieron la muerte de Vázquez y de Castillo como si hubieran sido compañeros de toda la vida.
Ureta e Isaac se abrazaron, llorando, con algunos camaradas, librando toda la tensión acumulada. Lentamente fueron caminando hacia los oficiales de la base donde, por separados (3) brindaron un detallado informe del ataque, algo muy importante, pues habían tenido la oportunidad de pasar sobre el objetivo y realizar los lanzamientos.
De acuerdo con los datos que fueron aportando, se efectuó un análisis de la silueta de los buques ingleses, una especie de "identi-kit".
De esa manera describieron la salida del Exocet, la silueta del blanco y la salida de humo desde este, con la certeza de que se trataba del impacto del misil.
Ureta explico que había cruzado a la nave desde popa y hacia la mura de estribor, afirmando que logro buena puntería. Con exactitud describió al portaaviones, sus dos chimeneas, su "isla" grande, la distancia de separación de ésta con respecto al eje central del buque, los radomos de color claro, la popa chata. Todo coincidió en que se trataba del "Invincible" y no del "Hermes".
La información que brindo Isaac fue similar a la de Ureta. Como éste, cuando se le mostró una serie de siluetas de distintos barcos, no dudó: "este es el que atacamos", expresó refiriéndose al "Invincible".
Los británicos han afirmado que el buque atacado no era el portaaviones sino el "Atlantic Conveyor" que, averiado anteriormente, era llevado mientras se incendiaba a remolque. No es probable que alguien confunda a ambos barcos, y menos si se trata de pilotos. Las siluetas son totalmente diferentes.
Al día siguiente de la misión, con el radar de Malvinas se efectuó el control del PAC de Harrier que se venía haciendo desde tiempo atrás: la actividad aérea británica había disminuido considerablemente.